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SALIERON LAS PALABRAS DEL
DICCIONARIO
Las palabras son como los pájaros: vuelan
juguetonas a todas horas de boca en boca, pero cuando la noche empieza a
envolver en silencio a las personas y las cosas, se recogen silenciosamente a
sus nidos, los diccionarios. Cada una se dirige, con la seguridad que dan
tantos años de experiencia, a su página, a su columna, a su aposento; y allí,
junto a sus significados y entre palabras vecinas a las que conoce de toda la
vida, descansa unas horas, antes de buscar con nuevos bríos, un hombre, o una
mujer, o un niño… que le haga la merced de volver a pronunciarla. Pero un día,
cuenta Benito Pérez Galdós, las palabras se rebelaron contra los malos
escritores y abandonaron el diccionario en son de guerra, con gran estruendo y
griterío..
Érase un gran edificio llamado Diccionario de la lengua castellana, de tamaño tan colosal y fuera
de medida, que, al decir de los cronistas, ocupaba casi cuarta parte de una
mesa, de estas que, destinadas a varios usos, vemos en las casas de los
hombres. Si hemos de creer a un viejo documento hallado en viejísimo pupitre,
cuando ponían al tan edificio en el estante de su dueño, la tabla que lo
sostenía amenazaba desplomarse, con detrimento de todo lo que había en ella.
Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro
jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cuartel
con doradas letras, que decían al mundo y a la posteridad el nombre y significación
de aquel gran monumento.
Por dentro era un laberinto tan
maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta
seiscientas paredes de papel con sus números llamados páginas. Cada espacio
estaba subdivido en tres corredores o crujías muy grandes, y en estas crujías
se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil
seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se
llamaban palabras. […]
Una mañana sintióse gran ruido de
voces, patadas, choque de armas, roce de vestidos, llamamientos y relinchos,
como si un numeroso ejército se levantara y vistiese a toda prisa,
apercibiéndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra debía
de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del Diccionario, con fuertes y relucientes armas,
formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca
Nacional. […] Magnífico y sorprendente era el espectáculo que este ejército
presentaba […].
Delante marchaban unos heraldos
llamados Artículos vestidos con magníficas dalmáticas y cotas de finísimo
acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los Sustantivos, que
venían un poco más atrás. Estos, en número casi infinito, eran tan vistosos y
gallardos que daba gozo verlos. […] Junto a los Sustantivos marchaban los
Pronombres, que iban a pie y delante, llevando la brida de los caballos, o
detrás, sosteniendo la cola del vestido de sus amos, ya guiándoles a guisa de
lazarillos, ya dándoles el brazo para sostén de sus flacos cuerpos, porque, sea
dicho de paso, también había Sustantivos muy valetudinarios y decrépitos, y
algunos parecían próximos a morir. También se veían no pocos Pronombres
representando a sus amos, que se quedaron en cama por enfermos o perezosos, y
estos Pronombres formaban en la línea de los sustantivos como si de tales
hubieran categoría. Detrás venían
los Adjetivos, todos a pie; y eran como servidores o satélites de los
Sustantivos, porque formaban al lado de ellos, atendiendo a sus órdenes para
obedecerlas. Era cosa sabida que ningún caballero Sustantivo podía hacer cosa
derecha sin el auxilio de un buen escudero de la honrada familia de los
Adjetivos; pero estos, a pesar de la fuerza y significación que prestaban a sus
amos, no valían solos ni un ardite, y se aniquilaban completamente en cuanto
quedaban solos. […]
Como a diez varas de distancia venían
los Verbos, que eran unos señores de lo más extraño y maravilloso que puede
concebir la fantasía. No es posible decir su sexo, ni medir su estatura, ni
pintar sus facciones, ni contar su edad, ni describirlos con precisión y
exactitud. Basta saber que se movían mucho y a todos lados, y tan pronto iban
hacia atrás como hacia delante, y se juntaban dos para andar emparejados. Lo
cierto del caso […] es que sin los tales personajes no se hacía cosa a derechas
en aquella República, y, si bien los Sustantivos eran muy útiles, no podían
hacer nada por sí, y eran como instrumentos ciegos cuando algún señor Verbo no
los dirigía.
Tras estos venían los Adverbios, que
tenían cataduras de pinches de cocina; como que su oficio era prepararles la
comida a los Verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los
Adjetivos, como lo acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aun había
Adjetivos que desempeñaban en comisión la plaza de Adverbios, para lo cual
bastaba ponerles una cola o falda que decía: mente.
Las Preposiciones, eran enanas; y más, que
personas parecían cosas, moviéndose iban junto a los Sustantivos para llevar
recado a algún Verbo, o viceversa. Las Conjunciones andaban por todos lados
metiendo bulla; y una de ellas especialmente, llamada que, era el mismo enemigo
y a todos los tenía revueltos y alborotados, porque indisponía a un señor
Sustantivo con un señor Verbo, y a veces trastornaba lo que éste decía,
variando completamente el sentido. Detrás de todos marchaban las
Interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan solo cabeza con gran boca
siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que, aunque
pocas en número, es fama que sabían hacerse valer.
De estas palabras, algunas eran
nobilísimas, y llevaban en sus escudos delicadas empresas, por donde se venía
en conocimiento de su abolengo latino o árabe; otras, sin alcurnia antigua de
qué vanagloriarse, eran nuevecillas, plebeyas, o de poco más o menos. Las
nobles las trataban con desprecio. Algunas había también en calidad de
emigradas de Francia, esperando el tiempo de adquirir nacionalidad. Otras en
cambio, eran indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y
yacían arrinconadas, aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y
las había petulantes, y presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas
enfáticamente.
Benito Pérez Galdós
La conjuración de las palabras
Mis queridos
alumnos:
Este
curso empezamos con un proyecto que vamos a llevar a cabo en las aulas de segundo de ESO. La mayor fuente de inspiración para este ha sido el proyecto planteado en el blog “De poetas y piratas”, además del libro de Ángel López (Atrapados por las palabras) y también el trabajo que otros muchísimos compañeros comparten por el ciberespacio.He decidido mantener el nombre del proyecto según aparece en el blog citado anteriormente : PATRULLA RAE: EN BUSCA DE LAS PALABRAS PERDIDAS.
Ya sabéis que las clases de palabras son el contenido gramatical
nuclear del curso y me gustaría que las trabajásemos no con el fin de memorizar los contenidos hasta el examen sino que interioricemos los conceptos y los hagamos nuestros y, por supuesto, que disfrutemos mientras aprendemos.
Objetivos principales:
1. Recordar los diferentes tipos de palabras y saber diferenciar unas de otras. Comprender que todas se necesitan entre ellas y ¡nosotros a ellas!
2. Reflexionar sobre la lengua, dedicar tiempo en clase a hablar sobre ello. "Repensar" la gramática entre todos.
3. Considerar el lenguaje como un todo y cuidarlo y valorarlo. Las palabras, sea cual sea su clase, son inseparables de su ortografía.
5. Practicar la escritura individual y cooperativa.
6. Escribir textos
narrativos.
6. Fomentar el espíritu investigador y la curiosidad.
Como podéis comprobar, no son poco exigentes, pero yo creo mucho en vosotros y sé que lo vais a hacer fenomenal. Por cierto...
¿Cómo lo vamos a hacer?
Como veis, no va a ser un
proyecto semanal sino, más bien, una nueva forma de pensar la gramática entre
todos. Así pues, lo trabajaremos poquito a poquito, a lo largo de todo el
curso y a través de distintas actividades. Eso sí, existen tres ejes principales:
A. La creación de la historia de cómo la patrulla RAE consigue recuperar todas las palabras y clasificarlas. Luego las leeremos en clase y las comentaremos.
B. La elaboración de nuestra caja de las palabras. A medida que la patrulla las vaya localizando, las tendremos que ir ordenando en sus respectivas cajitas (recordad que hay 8, las interjecciones no las hemos contado). ¡Es muy importante que no se pierdan!
Si todo funciona bien, al final de curso, tendremos un estupendo juego con el que repasar todas las categorías gramaticales y sus más importantes características. Como un trivial ;)
C. En nuestro afán por cuidar y valorar el lenguaje, lucharemos contra las faltas de ortografía que nos vayamos encontrando. Iremos viendo así sus normas y, sobre todo, los errores más comunes. Recordad, ¡somos una patrulla RAE!
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